miércoles, 9 de diciembre de 2009

DIEZ VIDAS DE PAPEL



SEXTA


Erin tan sólo tiene seis años pero se diría que sus ojos cuentan sesenta. Refugiado bajo la sombra de un pequeño árbol de la plaza espera para actuar. Es paciente. Sabe que las personas sentadas en la mesa del café pronto cometerán su primer descuido. Un teléfono móvil, un billete dejado como propina, incluso una cajetilla de tabaco rubio le basta. Es experto en el arte de la supervivencia aunque no ha ido a la escuela. Es su estómago el que marca la pauta, pura necesidad, nada premeditado. La cosa se ha puesto complicada últimamente, la pasma acecha en cada esquina de la ciudad. Pero él es más listo y más rápido que ellos, utiliza su mejor arma, su instinto. Como si se tratase de una película de video acelerada a cámara rápida de pronto divisa el dinero en el platillo de la cuenta. En menos de dos segundos corre, coge el billete y escapa impulsado por el miedo. Bruscamente alguien le agarra por la capucha de su raída chaqueta haciéndole frenar de golpe. Debe tratarse de algún cliente que le ha sorprendido en su pequeño hurto, está furioso y comienza a pegarle muy fuerte hasta que le hace llorar. Cuando otra persona los separa suplicando clemencia para él, se escucha el silbato de la policía. Erin sabe que es lo de menos, lo demás será el castigo de su padre, le dirá que es un inútil.

A.A.

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