miércoles, 20 de febrero de 2013



En todo aquello que dices
sin voz que cubra tus labios.

Allí quiero vivir.

Enciérrame en tus manos...






Mi alma advierte la necesidad de tu orilla.
Concédeme la brisa.

Y si eres tú.

Si eres tú el paisaje más azul de esta mirada,
dejaré mis manos en la arena
y unas pocas palabras.

Para naufragar.






Tengo todo el trasiego de tu recuerdo aquí,
intacto.

Y la sien descolorida 
de tanto palpitarte.






Me suicido en cada callejón de tus palabras
para recuperar todas las pisadas que perdimos.
Aquí, encharcados, 
sobreviven los mínimos significados.
No sé si lloverá sobre los tejados de mi voz.
Mi piel dice
que no estoy hecha de alquitrán.
Pero a veces querría saber amarte
tan dura como el asfalto.





viernes, 18 de enero de 2013





Te voy a solidificar con mi dolor
como una nómada podrida de hambre y frío
atascada en la violencia desigual de nuestro tiempo.

No me decidas a medias, déjame desnudarme,
algo más de cerca.

Morirá nuestra sonrisa de todos modos.

Cuando las lunas se habitúen al temblor de tripas
o el puñal al cuello, rendido de impaciencia.
En ese instante en el cual
la sangre es igual de roja
en las piernas
o en la lengua.

Donde las palabras son de piedra y tu boca es de carne. Y es ahí.

Sólo un puto dolor.
Y una puta poesía bajo tierra.




jueves, 3 de enero de 2013





No sabríamos temblar ante el miedo que se oculta tras un punto y seguido, si no fuésemos almas escritas. La vida es una línea de espacios disfrazados, que no nos advierte nunca del salto de renglón. 

Y el significado solo es humano cuando se lee a corazón abierto.
Dejando muchos espacios para la esperanza.

Así de vivos. 







No significo más que dos segundos palpitando entre tus ojos. 
Tú me lees y desvarían todos los sueños que nos miran. 
Puedo serte tan dañina como una pluma abriéndote la vida. 

No temas, seré fugaz...





Todas las estaciones me descubren, estén o no en mi realidad. Algunas se hacen notar más que otras en la carne. Pero todas acaban desnudándote el alma, de la manera más incómoda. Yo nunca me preparo suficientemente para el frío extremo. Ese que es capaz de atravesar los huesos y la mente. El que consigue que me arrastre palabra tras palabra, en busca de abrigo. Y todo el calor perdido que sea capaz de sostener un verbo, será mi guarida. 

De invierno.