De tus manos
soy...
de tus manos.
Yo misma me he condenado dulcemente.
Para cubrirme de caricias suaves
y tejer con ellas mi abrigo.
Yo misma me he abandonado a su suerte.
Al unir mi aliento al tuyo
y quemarme con el rumbo de tus dedos.
Soy de ellas.
Y soy tuya.
Soy letra de calor y viento sugerente
si en tus manos prendo.
Soy pecado y soy pureza.
Siempre vendida al capricho,
al delirio,
al anhelo,
al antojo,
de tus huellas.
De tu piel quiero sentirme,
invadirme por entero
como un vuelo sin destino.
De tus labios amo el susurro,
desmedida,
me sorprendo en tu saliva
y me siento fuego.
De quien quiero.
Y sé que me dirijo al miedo.
Y sé que me volveré ruina.
Y sé que sólo quiero ser...
a pesar de todo...
su deseo.
Es hermoso Ana, todos somos piel a la espera de las manos que nos dejan sus huellas...
ResponderEliminarCuánto comunican tus versos amiga.
Abrazos.
Un hermosísimo poema!
ResponderEliminar¡Gracias a los dos!
ResponderEliminarSois unos amigos de lujo, además de escribir estupendamente. Un abrazo inmenso.
Me ha gustado mucho este pedacito de piel en verso, y me "ha ido recordando", no sé porqué, serán cosas de la edad, al maestro y poeta Labordeta: Hermano aquí mi mano...
ResponderEliminarÁngel, gracias amigo. Desde luego me honra que mi poema te recuerde a las letras de semejante MAESTRO. Me queda un poco grande, a pesar de la edad, yo quiero ser siempre alumna. Un abrazo.
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