sábado, 9 de abril de 2011

HERMANAS...





Como surgidas de un sueño inacabado, aparecen ante mis ojos imágenes confusas. Crecen y cobran nitidez hasta que la claridad del presente me convence de su existencia. Y ahí, en ese punto, las rememoro, las saboreo, las añoro. Son tuyas y mías, recuerdos de una niñez compartida.

Tardes de guerra y riñas bajo un sol abrasador. Noches de paz cubiertas por pesadas mantas, que a pesar de su cálido cobijo, ni una sola vez, consiguieron librarnos de nuestros miedos. Siestas atacadas por la risa cuando se suponía que debíamos estar muy calladas, ante la atenta vigilancia de nuestra madre.
Cenas a la luz de la luna con sabor a pan moreno, mientras los celos peleaban dentro de nuestros vasos de gaseosa burbujeante, en una batalla sin final.

Y hoy, de pronto, aquella película en blanco y negro ha cobrado un color diferente, pintada por los distintos caminos que han guiado nuestras vidas.

En un segundo he descubierto, que aquello que soñé ha sido vivido, que lo irreal ha sucedido y me invade una dicha enorme al descubrir que forma parte de mi infancia en tu compañía.

Mi madurez me ha sorprendido, al igual que a ti. En algunas ocasiones acontecimientos dolorosos nos han unido, en otras muchas la felicidad nos ha hecho llorar abrazadas de nuevo. Nuestros hijos llevan escrita en su sangre una pequeña parte nuestra (aunque quizás hoy no lo valoren) pero te juro que no cesaré en mi empeño de fomentar entre ellos que no hay nada más importante en la vida que el amor. Como el que yo siento y sentiré siempre hacia ti.

Querida hermana mayor, querida amiga mía, no llores, tan solo déjate invadir por la alegría de tenernos, de conocernos.

Pero sobre todo, quiéreme siempre, que yo también te quiero.

2 comentarios:

  1. No me hubiera gustado caer en medio de una tarde de guerra bajo el sol, preferiría aparecer en el color y el calor actual pero no voy a invadir vuetra alegría así que os dejo disfrutar de este relato.

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