jueves, 1 de noviembre de 2012


NOVIEMBRE

Frente al espejo, apenas unos minutos más de lo acostumbrado, bastan para atravesar la barrera de un simple rostro. Bastan. Para deslizar la mirada hacia dentro, más allá de la piel, de la carne... hasta llegar al fondo de uno mismo. A ese lugar que hoy me resulta tan desconocido, abandonado y solo. Mi imagen me es devuelta con hostilidad. Me reprocha la falta de esperanza. Decido redescubrirme y dibujo con la mirada cada línea de expresión que se ha empeñado en ir marcando más profundamente el día a día de mi historia. Quizás demasiado rápido. Quizás hermosamente situadas en el lugar exacto del tiempo.

Frente a frente. 

Me doy cuenta que pronto llegará Noviembre, para pasar una de nuestras páginas, la última juntas, la primera sin ti. Y una amarga sonrisa define la certeza de la madurez adquirida. Una cifra distinta aparcará en mis números sumando más sueños, más miedos, más yo. Un mes de ocasos y atardeceres rápidos, de fríos nuevos y árboles desnudos; vendrá a decirme que sigo creciendo, que algún día envejeceré y quizás así me vaya acercando un poco más a ti. 

Me hundo y toco mi otro yo. Descubro el tacto helado de la irrealidad. No puedo olvidarte. No puedo dejar de añorar tu existencia. Aquel final que te sorprendió en la soledad de la noche, sin más compañía que tu cansada respiración. No puedo cerrar los ojos y dejar de verte (apagada), sumida en un sueño sin retorno tras el cristal que me separaba de tus palabras, ya calladas para siempre.

Y me pregunto el sentido. Y me enfado con el mundo. Y me echo a llorar, dándome cuenta de que ya no están tus brazos para calmarme.

Y no queda más que asumir tu pérdida, como una partida al lugar de las almas buenas.

Y no queda más que seguir desafiando al espejo cada mañana, cada Noviembre, y rogar por ti, por mí, por las almas, por los ángeles y por la vida.

Frente al espejo te ofrezco cada uno de mis latidos, dedicados por entero a la persona más luchadora y fuerte que ha recorrido mi vida y que jamás debió desaparecer. Tú. Mi madre.

Acéptalos y guarda tus manos cálidas para ésta que te escribe con pulso trémulo.

Hasta mi último Noviembre.







Ana María

4 comentarios:

  1. Jamás olvides, pero también recuerda que los golpes redefinen perfiles para seguir el camino con renovadas ansias. Ya no estás tú en ella, es ella quien está en tí para siempre. Con cariño.

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