sábado, 1 de mayo de 2010

ÉRASE UNA VEZ...

...

En un lugar recóndito de mi memoria, una historia que se negaba a ser contada, vetada por los sentimientos extremos y los silencios instalados en cada nudo del alma. Una historia que dice así:


. . .


En el comienzo de mis días, oscurecidos dentro de tu vientre cálido, allá en el lugar donde flota el verdadero amor... ya te sentía mía. Ya me hice sentir tuya. Ya éramos ambas la unión más fuerte que entraña el ciclo de la vida.

Fuimos palpándonos lenta y pausadamente hasta reconocernos con la primera mirada, fundiendo en un segundo dos rostros, dos corazones prendidos; inseparables por el dictamen divino del destino.

La nieve de Noviembre me recibió aquella noche cobijada en el calor de tus brazos, ni el frío, ni el hielo más déspota... osarían despojarme jamás de tu regazo.

Soportaste, comprendiste y supiste estar siempre, día tras día, atenta a mis llantos. Te sorprendió tu madurez atándote a las quejas continuas de aquella pequeña rebelde que fuí, que soy. No sin reproches, no sin protestas, no sin amarguras me fuiste domando, o al menos eso te hice creer, ¡te quería tanto! ¡te quiero tanto! ¡te querré tanto!

Y en un suspiro de veloz sacudida, los días fueron galopando sin descanso, fortificando nuestros lazos, anudando aún más cada momento juntas. Crecía escuchando tus consejos, tus historias vivas, tus palabras esforzadas, tratando de impregnar aquella ansia continua por alzar el vuelo de mi voz, con algo de cordura. Pero en aquellos tiempos mi serenidad era imposible, se rizaba cada vez más en mi pelo, arrebatándote la calma sin maldad pero con constancia ajena y persistente.

Engañada inevitablemente por el reloj todopoderoso sigo a tu lado, afortunada aún de poseer tu grandeza, dichosa de haber heredado tu carácter, tu fuerza, tus ganas. Haciendo como que no veo tu decadencia, no dejándote advertir mis lágrimas (ahora más dolorosas que nunca) sigo tomando tus manos temblorosas, sigo acunándome en tus brazos débiles, sigo besando tus bellas facciones surcadas de sabiduría, sigo y sigo, negándome el miedo a perderte.

Me miro al espejo y estás tú.

Me escucho por dentro y estás tú.

Me observo de lejos y estás tú.

Disimularé el final de esta historia, como siempre, oculta en mi pluma cargada de tu grandeza como mujer. Obviaré el temor al punto y final pensando en hoy, sólo en el valor del ahora, como tú me enseñaste. Dejaré en mis hijos toda tu persona, inculcándoles cada pálpito de tu enseñanza.

Érase y es y eres y serás. Eternamente. La madre más grande. Mi madre. Y no hay final capaz. Y no existe punto que se atreva a posarse en este papel si yo lo impido. Pues soy la que lo escribo y la que conseguirá que estas líneas perduren entre las páginas de un sueño pronto cumplido, absolutamente dedicado a tí y a los desvelos que esta loca bohemia te ha provocado mil veces.

Madre hasta el infinito.


. . .



Contado queda ya nuestro amor, vertidas las letras en un orden ilógico y tembloroso, más tres sílabas hermosas por añadidura, TE QUIERO.

SIN FIN


Ana MªArroyo
MAYO 2.010
____________________________________________________________________

5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Bueno, Ana, esto es algo que ya comentamos en su día, pero tras leerlo de nuevo, sigo llegando a las mismas conclusiones: la gran mayoría de personas somos "tímidos emocionales", tememos revelar nuestros sentimientos a las personas a las que amamos, nos avergonzamos de decir "te quiero"... A veces, cuando queremos hacerlo, ya es demasiado tarde, y nos queda toda una vida por delante para arrepentirnos. Por fortuna, no ha sido este tu caso; al final, reuniste el valor suficiente para declararle tu amor a tu madre en este bello y emotivo escrito y lo que es más, se lo leíste en voz alta, gran momento este, que atesorarás el resto de tu vida. Puedes estar orgullosa.


    Beso

    ResponderEliminar
  3. Muchísimas gracias por tu visita Javier. Sí, ciertamente aquel momento "Érase una vez" fue una mezcla de sentimientos contradictorios: lágrimas, sonrisas, abrazos... pero lo leí y jamás nadie podrá quitarnos a ambas aquella sensación. Como tú bien dices, todo un tesoro.
    ABRAZO.

    ResponderEliminar
  4. Pues yo lo acabo de leer por quincuagésimo nona ocasión y cada vez me gusta más.
    Estas joyas son las que deben ser leidas por el autor en voz alta, a mi me gustaría oirlo aunque quizá sea demasiado personal.
    En cualquier caso, para mí que soy fulano de lágrima fácil, el llanto durante la lectura está garantizado.

    ResponderEliminar
  5. Buenooooo...
    Pues no pasa nada porque sea demasiado personal. Prometo no olvidar en nuestro próximo encuentro "all party members" lectura a lágrima viva!!
    No os merecéis menos. OTRO ABRAZO!

    ResponderEliminar